REGRESO A SELENE

    Aceptando que el objetivo prioritario se había cumplido ya, la N.A.S.A. no tenía ninguna intención de paralizar sus visitas a la Luna. Era cierto que la Guerra del Vietnam había reducido drásticamente las posibilidades de cumplir con el programa a largo plazo, incluyendo misiones de larga duración y el inicio de la construcción de una colonia lunar, pero la agencia tenía todavía entre manos a una gran cantidad de vehículos ensamblados y pagados durante años precedentes, lo que posibilitaría proseguir con la exploración humana de nuestro satélite durante al menos un par de años más. Eso sí, la administración Nixon ordenó (septiembre de 1969) convertir al Apolo-20 en la última expedición de la serie. A la espera de tiempos mejores, la N.A.S.A. efectuaría sólo dos vuelos por año y aprovecharía hasta la última gota lo que éstos pudiesen proporcionar a la comunidad científica. La nueva cadencia ayudaría a asimilar mejor los resultados, a reducir costes de personal, a aumentar la capacidad del L.E.M. e incluso a construir ciertos elementos necesarios para futuras misiones (como el L.R.V., el vehículo móvil).

    El segundo alunizaje de la serie, el Apolo-12, se convertiría en uno de los más complicados. La faceta heroica de la empresa había sido copada por su predecesor. Ahora se esperaba algo más, sobre todo en el ámbito científico. Ambiciones que se verían satisfechas con la inclusión de un pequeño laboratorio llamado ALSEP y con la visita in situ al lugar de aterrizaje de la sonda Surveyor-3, una maniobra que requería una inusitada precisión durante el descenso en el Mar de las Tormentas (Oceanus Procellarum).

El escudo de la misión Apolo-12 (Foto: NASA)Los tres astronautas posan frente a un modelo del módulo lunar (Foto: NASA)

Los astronautas practican con el utillaje que emplearán en la Luna (Foto: NASA)Este peligroso vehículo sirvió para ensayar los alunizajes (Foto: NASA)

Dentro del simulador del módulo lunar (Foto: NASA)El SA-507 sale del edificio de ensamblaje de vehículos (Foto: NASA)

    Para este vuelo, los ingenieros prepararon el vehículo CSM-109 (bautizado como Yankee Clipper) y el módulo lunar LM-6 (Intrepid). El encargado de enviar a toda esta carga hacia su objetivo sería el SA-507, el séptimo Saturn-V. La tripulación, por su parte, estaría formada por Charles Conrad, Jr. (comandante), Richard F. Gordon, Jr. (piloto del módulo de mando) y Alan L. Bean (piloto del módulo lunar).

    El Apolo-12 sería la primera misión de la serie H. Las anteriores habían sido:

    -A: ensayos sin tripulación de los lanzadores y el C.S.M.;

    -B: ensayos del módulo lunar, también sin tripulantes;

    -C: ensayos de la nave Apolo en órbita terrestre (Apolo-7);

    -D: ensayos del módulo lunar con tripulación y en órbita terrestre (Apolo-9);

    -E: ensayos tripulados del módulo lunar en órbita terrestre muy elevada (no llegaron a producirse);

    -F: pruebas en órbita lunar y simulación de alunizaje (Apolo-10);

    -G: primer alunizaje (Apolo-11).

    También se programaron misiones científicas en órbita lunar (serie I), y estancias prolongadas en la superficie (serie J).

    Precisamente, el Apolo-12 trataría de demostrar que la serie J era viable, ya que implicaba visitas a zonas de especial interés y por tanto necesitaba de alunizajes realizados con gran precisión. Con esta premisa, ¿qué mejor prueba que posarse junto al Surveyor-3? Los técnicos sólo tenían que conocer con gran exactitud la posición de la sonda, algo que las fotografías que ésta envió hizo posible.

La tripulación penetra en su cápsula (Foto: NASA)El SA-507 despega (Foto: NASA)

(Escucha el lanzamiento de la misión Apolo-12)

(Contempla el lanzamiento del Apolo-12)

    El lanzamiento del Apolo-12 resultó ser algo accidentado. Debía ocurrir el 14 de noviembre, el último día de la ventana de dicho mes, de modo que cualquier retraso obligaría a aplazar el despegue hasta diciembre. Sin embargo, ese día la meteorología no colaboró, amenazando con lluvias sobre Florida.

    Bajo un cielo encapotado, los responsables valoraron la situación y finalmente consideraron que las condiciones eran aceptables. Pero cuando el Saturn-V empezó a elevarse y atravesó la capa de nubes bajas, algo inesperado sucedió: un relámpago golpeó la superficie del lanzador y disparó todas las alarmas. La descarga dejó fuera de combate al sistema de guía inercial y se desconectaron las células de combustible que alimentaban de electricidad a los equipos. Los astronautas informaron a la Tierra de lo sucedido, mientras reinicializaban los sistemas y el cohete continuaba acelerando impertérrito. Poco después, excepto varios sensores que dejaron de funcionar, todo regresó a la normalidad.

    Según los expertos, fue el paso del cohete a través de la capa de nubes, con su chorro de gases ionizados procedentes de las toberas, lo que desencadenó la descarga. Una lección que habría que tener en cuenta para el futuro.

    La plataforma de guiado inercial fue alineada de nuevo en cuanto se alcanzó la órbita terrestre. Después de un somero repaso, el Apolo-12 fue colocado en ruta translunar. Unas horas más tarde, se extraía al Intrepid y se abandonaba la etapa S-IVB.

La cápsula maniobra para acoplarse al módulo lunar (Foto: NASA)La Tierra, vista desde la órbita lunar (Foto: NASA)

    El tren espacial tardó unas 83 horas en llegar a nuestro satélite. Después, sobrevolando la cara oculta, Conrad y sus compañeros accionaron el motor del módulo de servicio, frenando hasta quedar atrapados en una órbita selenocéntrica. Un segundo encendido colocó al Apolo-12 en una trayectoria circular a 111 kilómetros de la superficie, donde el C.S.M. permanecería hasta el regreso del L.E.M.

    Los astronautas fotografiaron la zona de alunizaje del futuro Apolo-13 y poco después Conrad y Bean penetraron en el Intrepid. Durante la revolución número 13, éste dejó atrás al Yankee Clipper y utilizó su motor de descenso para situar su periastro a tan sólo 15 kilómetros de la superficie. Al llegar a este punto, el citado motor volvió a ser activado, iniciando la aproximación definitiva.

    El módulo lunar se posó con total normalidad a la 1:54:36, hora de Florida, del 20 de noviembre. Y no sólo eso: los astronautas vieron inmediatamente al Surveyor-3 a través de una de las ventanillas. El alunizaje había sido perfecto y tan preciso como todos habían deseado. En órbita, Gordon fue capaz incluso de mirar hacia el lugar correcto y de detectar las sombras del Intrepid y del Surveyor.

    Conrad y Bean tenían previsto realizar dos salidas de unas cuatro horas cada una. Después de comer empezaron a prepararse para la primera. Ambos carecían de la tensión que había caracterizado el viaje del Apolo-11. Estaban allí para hacer ciencia y eso era lo que iban a llevar a cabo. Unas cuatro horas y media después de la llegada, recibieron el permiso de Houston para salir al exterior.

El primer paseo de la misión (Foto: NASA)El módulo lunar se posó cerca de un cráter (Foto: NASA)

    Conrad fue el tercer hombre en pisar aquel desolado paraje. Sus palabras fueron mucho menos trascendentes que las de Armstrong y de hecho hicieron referencia, humorísticamente, a aquéllas (Conrad era de pequeña estatura y "su gran paso" lo fue realmente). Un poco más tarde, Bean se unía él.

    A diferencia del Apolo-11, que sólo había transportado un reflector láser y un sismómetro, los dos nuevos paseantes dispondrían de un paquete de experimentos que recibía el nombre conjunto de ALSEP (Apollo Lunar Surface Experiments Package), así como un generador eléctrico de radioisótopos y una cámara en color que dejó de funcionar en cuanto fue dirigida accidentalmente hacia el Sol. Todo ello fue situado a unos 50 metros del punto de aterrizaje.

    A falta de imágenes televisivas, el personal de la N.A.S.A. tendría que conformarse con las numerosas descripciones de los astronautas y con las posteriores fotografías que serían analizadas en la Tierra. Sin el control de la visión directa, Bean y Conrad se desenvolvieron de la forma más profesional posible, aunque rayaron a menudo en la euforia y en la despreocupación.

En el centro, el paquete ALSEP (Foto: NASA)La bandera ya está plantada (Foto: NASA)

(Contempla a Pete Conrad recogiendo muestras)

    Antes de finalizar su primera salida, ambos recibirían con agrado una extensión de media hora para dar tiempo a recoger algunas muestras de un montículo cercano, a unos 200 metros de distancia del Intrepid. Por fin, de regreso al interior del Intrepid, la cabina fue represurizada de nuevo. Habían pasado cuatro horas y un minuto desde el momento de la apertura de la escotilla. Devorando una corta comida, los astronautas "se fueron a dormir", a la espera de una segunda jornada no menos interesante.

    La tremenda excitación del momento les impidió descansar adecuadamente, de modo que fueron ellos los que comunicaron con Houston antes de tiempo. Un par de horas y media más tarde volvían a encontrarse en el exterior. Su tarea esta vez sería más geológica e incluiría una visita a la sonda Surveyor. En total, una excursión de 1,3 kilómetros. Por el camino, se detendrían siete veces, pero siempre continuaron avanzando rápido, conscientes de la limitación del tiempo disponible.

    Quizá el momento más emotivo sería el encuentro con la Surveyor-3. Bean y Conrad la encontraron ligeramente inclinada, en la falda de una de las laderas del cráter sobre el que se había posado. El aspecto que presentaba era magnífico, aunque su color blanco original se había convertido en un marrón claro. Al parecer, el polvo levantado por el motor de descenso del Intrepid había ocasionado una verdadera lluvia de partículas sobre él. Los astronautas fotografiaron la máquina y la zanja que había excavado con su brazo mecánico. Después, desmontaron su cámara, la pala y otras partes de menor tamaño que los científicos estarían encantados de examinar de regreso a la Tierra. ¿Cómo afectaba una permanencia prolongada sobre la Luna a los componentes de una nave espacial?

Una panorámica en la que se aprecian el módulo lunar y la sonda Surveyor-3 (Foto: NASA)Los astronautas desmontaron varias piezas de la Surveyor para llevarlas a la Tierra (Foto: NASA)

    Abandonaron entonces a la Surveyor y se dirigieron hacia el último punto geológico, un pequeño cráter. Cuando terminaron con él, se encaminaron hacia el módulo lunar, dispuestos a dar por terminada su estancia sobre la superficie del satélite. En total, Conrad y Bean habían permanecido 7 horas y 45 minutos en el exterior.

    Concluido el reglamentario (y merecido) descanso, la tripulación se preparó para el despegue. Éste se llevó a cabo sin complicaciones y una hora y media después lograban ver por primera vez la silueta del Yankee Clipper. Con el acoplamiento llegó la lucha contra el polvo lunar, que amenazaba con contaminar la cabina del módulo de mando. La falta de gravedad lo hacía flotar y los sistemas de filtrado del aire parecían no ser capaces de eliminarlo.

    Haciendo lo posible por capear el problema, los tres astronautas, de nuevo juntos, desengancharon al Intrepid. Desde la Tierra, la N.A.S.A. ordenó un último funcionamiento de su motor de ascenso, lo cual sirvió para enviarlo contra la superficie, a unos 1,6 kilómetros por segundo. El impacto sería registrado por el sismómetro: las vibraciones duraron casi una hora, algo que sorprendió a los investigadores.

    No tardaría el Apolo-12 en regresar a la Tierra. Dedicaría algunas revoluciones más a fotografiar futuros lugares de aterrizaje, y después accionaría el motor del módulo de servicio para escapar de la gravedad lunar.

Se ha completado el amerizaje (Foto: NASA)Los astronautas, una vez iniciada la cuarentena (Foto: NASA)

Una de las rocas lunares que trajo la expedición (Foto: NASA)

    El 24 de noviembre, la tripulación del Yankee Clipper emergía feliz de su cápsula, a unos 600 kilómetros de Pago Pago, en el Pacífico. El amerizaje resultó ser algo crudo, ya que se produjo sobre la cresta de una ola. El golpe liberó la cámara y ésta causó una pequeña brecha en la cabeza de Bean, una contusión que sanaría durante los posteriores 11 días de cuarentena.

NUEVO TRABAJO

Se prepara uno de los vehículos L-1E (Foto: RKK Energia)    Mientras los técnicos e ingenieros continuaban trabajando en la resolución de los problemas que afectaban al cohete N-1, otros elementos del sistema soviético, como el módulo lunar, empezaban a estar listos para ser ensayados en el espacio. En otros casos, se deseaba obtener mayor experiencia en el funcionamiento de ciertas piezas clave del programa de alunizaje, como por ejemplo del módulo de propulsión "Bloque D". La actuación de este último era esencial para el éxito de la empresa, ya que no sólo debía frenar a la cosmonave L-3 y colocarla en órbita alrededor del satélite, sino también posibilitar el descenso del frágil módulo LK.

    Obviamente, no era lo mismo utilizar un Bloque D para inyectar a una L-1 en dirección a la Luna que encargarle una tarea mucho más compleja en la que se requerían varios encendidos independientes de su motor. Por eso se programó una misión específica en órbita terrestre que resolviera todas las incógnitas.

    El ensayo del Bloque D en la variedad de circunstancias requeridas, alrededor de la Tierra, tampoco representaba una tarea trivial, ya que era necesario un control específico que sólo la nave tripulada podía proporcionar (el Bloque D no sabía actuar en solitario ya que carecía de sistema de guiado). A la espera de que esta última estuviese lista, los soviéticos decidieron ensayar el Bloque D junto a un sustituto, de nuevo una modificación de la ya venerable cosmonave L-1. Algunas de ellas permanecían aún en el inventario del cancelado programa circunlunar, y pertrecharlas con instrumentos de medida y verificación no sería demasiado difícil. En esta nueva versión, las naves fueron renombradas como L-1E ("E" de experimental).

    Definitivamente dedicadas a pruebas sin tripulación, fueron desposeídas de todos los sistemas de soporte vital, ahora ya inútiles, y equipadas con el citado equipo de medida, incluyendo varias cámaras para observar el comportamiento del Bloque D, en especial de los propelentes, cuya actuación en gravedad cero estaba dando muchos quebraderos de cabeza (nadie quería imaginarse un fallo del motor durante el alunizaje por una de estas causas). La L-1E, además, proporcionaría el guiado a todo el conjunto, permitiendo maniobrar bajo un control estricto.

    La configuración del Bloque D sería básicamente la misma que emplearía a bordo del cohete N-1. Para poner al vehículo en órbita, sin embargo, se usaría un Proton, ya que no debería abandonar la gravedad terrestre.

    El primer despegue de una de estas naves experimentales acabó en fracaso. El lanzamiento se produjo el 28 de noviembre de 1969, pero el Proton 8K82K (245-01) no consiguió alcanzar el espacio debido a un fallo en la primera fase. No se sabe si la L-1 número 25 (primera L-1E) fue recuperada o no.

    La pésima racha del vector Proton no acabaría aquí. Por tercera vez consecutiva, una sonda lunar de recogida de muestras veía abortado su viaje hacia nuestro satélite. En esta ocasión, la sonda E-8-5 número 405 fue destruida durante el lanzamiento, llevado a cabo el 6 de febrero de 1970. El cohete (247-01) estalló irremediablemente durante el ascenso. más