VOSTOK Y MERCURY

Glenn explica a Kennedy diversos detalles de su vuelo espacial (Foto: NASA)    Los soviéticos no dejaban de vigilar las actividades de sus contrincantes, en plena fase operativa de sus vuelos tripulados Mercury. El programa de la N.A.S.A. había visto transformado su objetivo inicial (adelantarse a lo que la U.R.S.S. parecía tener intención de hacer tras el Sputnik-2, evitando así otro duro golpe propagandístico, pero sin reales perspectivas de futuro), el cual era ahora servir como banco de pruebas para determinar si viajar a la Luna era o no una locura. El Mercury sería configurado para un paulatino y total aprovechamiento de sus capacidades, a la espera del verdadero programa de ensayos, el Gemini. En él se demostraría que el Hombre podía resistir un viaje espacial, pilotar su nave o habitar en ella durante estancias relativamente prolongadas.

    Desde luego, las Mercury "iban en serio". Cada una de sus exitosas misiones darían más y más confianza a la agencia estadounidense, allanando el camino hacia el Apolo. Al contrario, un grave contratiempo en tan temprana fase podría tener un efecto devastador. Y esto es precisamente lo que pudo haber sucedido durante el vuelo de la MA-7.

    Scott Carpenter despegó a bordo del Aurora-7 el 24 de mayo de 1962. El inicio de su viaje se retrasó unos 45 minutos debido a una intensa niebla en la zona de lanzamiento. Una vez en órbita, el astronauta se sintió extraordinariamente eufórico: las vistas de la Tierra, las estrellas y el espacio le desconcentraron a menudo y al final de la segunda de las tan sólo tres órbitas previstas ya había consumido la mitad del combustible disponible para las maniobras de orientación de la nave. La reentrada también estuvo jalonada de errores y Carpenter acabó con su cápsula a unos 65 kilómetros de la zona de amerizaje designada. Las fuerzas de rescate tardarían casi una hora en llegar hasta él. La N.A.S.A. no se sintió muy satisfecha del pilotaje del astronauta y Scott Carpenter no volaría más al espacio. Era evidente que la maquinaria puede fallar en una misión espacial, pero también que el deficiente comportamiento de una tripulación podía dar al traste con planes cuidadosamente concebidos. El programa lunar no podía permitirse este tipo de errores.

Scott Carpenter (Foto: NASA)Carpenter practica con su equipo (Foto: NASA)

Carpenter trabaja en el simulador (Foto: NASA)El astronauta posa poco antes del despegue (Foto: NASA)

(Escucha el lanzamiento de la misión MA-7)

Carpenter, ya en el interior de su cápsula antes de la partida (Foto: NASA)La MA-7 inicia su viaje (Foto: NASA)

La superficie terrestre vista por Carpenter (Foto: NASA)La MA-7, en el agua (Foto: NASA)

Carpenter recibe la bienvenida (Foto: NASA)

    Ante esa inquietante perspectiva, la agencia debía elegir el modo de viajar a la Luna que fuera más sencillo, económico y, sobre todo, seguro. El 11 de julio de 1962, la N.A.S.A. daba el definitivo visto bueno al modo denominado L.O.R. (Lunar Orbit Rendezvous, Encuentro en Órbita Lunar), un método que emergió tarde pero que pronto superó a sus rivales, demostrando una aplastante superioridad sobre todos ellos. El L.O.R. sería el único modo de garantizar el alunizaje antes de la fecha prevista: un ascenso directo implicaba desarrollar el cohete Nova (o un Saturn-V con sólo dos hombres a bordo), algo que se antojaba imposible antes de 1970, era muy caro y habría obligado a los astronautas a aterrizar sin ver directamente la superficie de nuestro satélite; el encuentro en órbita terrestre, por su parte, implicaba la coordinación de dos lanzamientos separados. Al contrario, el sistema propuesto por su campeón, John Houbolt, un ingeniero del Langley Research Center, implicaba desarrollar una pequeña nave exclusivamente pensada para el alunizaje, lo que permitía dejar a la cápsula Apolo en órbita y por tanto ahorrar una cantidad considerable de masa y combustible. Un Saturn-V podía encargarse sin dificultades de la misión y, sobre todo, antes de la finalización del plazo otorgado por el Presidente Kennedy. La N.A.S.A. esperaba ahorrarse unos 1.400 millones de dólares y unos 6 a 8 meses de tiempo.

La NASA se ahorró tener que desarrollar la familia de lanzadores Nova gracias a la selección del modo L.O.R. (Foto: NASA)

    Dicho y hecho, dos semanas después la agencia solicitaba propuestas a la industria para la construcción del Módulo de Excursión Lunar (L.E.M.). Nueve compañías respondieron al llamamiento y el 7 de noviembre Grumann era seleccionada como contratista principal, una empresa que tenía las instalaciones necesarias ya disponibles. Un breve intento por parte de Jerome Wiesner, el asesor científico de Kennedy, de hacer resucitar los planes de ascenso directo no tuvo éxito. En octubre, un informe definitivo establecía que hacer alunizar al vehículo completo hubiera implicado el uso de tecnologías criogénicas para el descenso y el ascenso, algo tremendamente peligroso que quedaba por ahora fuera del alcance de la N.A.S.A. La discusión se había acabado.

La selección del modo L.O.R. implicó la construcción del Módulo Lunar (Foto: Mark Wade)

    Por fin, todas las caras del poliédrico vehículo lunar americano entraban en producción. Algo que no podía decirse de su contrapartida soviética. Sólo Chelomei tenía permiso para desarrollar su nave LK-1, así como el cohete UR-500K, puesto que el vuelo circunlunar era el único que se entreveía realista a corto plazo. Con sólo dos vuelos tripulados hasta la fecha (Vostok-1 y 2), el viaje a nuestro satélite era como un abismo frente a los soviéticos. La N.A.S.A. tendería pronto su puente particular (el programa Gemini), del cual la U.R.S.S. carecía. Y aunque Korolev empezaba a trabajar en su nave de segunda generación, la Soyuz 7K, aún pasarían varios años antes de verla en acción.

El cohete 8K72K que impulsó a las Vostok (Foto: Mark Wade)    Pero, ¿por qué no adaptar la Vostok-3KA para un vuelo lunar, mucho antes de que las Soyuz o las LK-1 estuvieran listas? El problema radicaba en su diseño, elegido por su sencillez y facilidad de uso. La cápsula esférica de reentrada (Sharik) sólo podía realizar una penetración atmosférica balística ya que, carente de sistema de maniobra, se orientaba a sí misma gracias a la colocación de su centro de gravedad en uno de sus extremos. De esta forma, durante el descenso, giraba colocando éste frente a ella, estabilizándola e impidiéndole rotar descontroladamente. La técnica evitaba diseñar un sistema de propulsión y orientación automático pero también tenía sus desventajas, ya que implicaba una desaceleración balística cercana a los 8 Gs. Esta magnitud era tolerable para un astronauta procedente de la órbita terrestre, pero no para uno que volviera desde la Luna, a mucha mayor velocidad, lo que supondría incrementar esa cifra hasta los 20 Gs. Las naves del futuro deberían adoptar otro diseño si querían regresar desde nuestro satélite, y de hecho lo tendrían: aunque la Mercury también efectuaba una reentrada balística del mismo tipo, sus sucesoras, las Gemini, Apolo y también las Soyuz, tendrían una centro de gravedad más equilibrado. Su forma proporcionaría una cierta sustentación, reduciendo la desaceleración hasta los 3 Gs (órbita terrestre) y 8 Gs (trayectoria lunar), permitiendo maniobrar un poco durante el descenso. Las Vostok, como naves tripuladas, fueron sólo una opción de urgencia para superar a los americanos en sus objetivos. Habría que esperar a sus sucesoras para que la U.R.S.S. llevara a cabo misiones más ambiciosas.

La cápsula Vostok (Foto: Mark Wade)    El principal obstáculo era la poca paciencia de Khrushchev. Quería superar a toda costa los principales objetivos encomendados al programa Gemini, incluso antes de que éste iniciara sus primeros vuelos. Uno de estos objetivos era la cita y acoplamiento espaciales. Precisamente, el ingeniero jefe estaba muy preocupado por la falta de maniobrabilidad de sus Vostok, por lo que el acercamiento y acoplamiento de dos de estas naves nunca sería posible (para ello había ideado las Vostok-Zh y Sever/Soyuz, todavía en el tablero de dibujo).

    Las exigencias de Khrushchev, sin embargo, no admitían espera y Korolev tuvo que buscar una alternativa. Afortunadamente, el científico sabía que las Vostok volvían a pasar sobre el polígono de lanzamiento, en este caso Baikonur/Tyuratam, unas 17 órbitas después del despegue, lo que permitió a la Vostok-2 regresar a suelo soviético tras 24 horas en el espacio. De la misma manera, cronometrando exactamente el tiempo, sería posible lanzar otra nave, 17 órbitas después que la primera, para efectuar un encuentro simulado. En efecto, por un breve espacio de tiempo, ambas pasarían a muy poca distancia la una de la otra, lo que permitiría alcanzar un nuevo hito en la corta historia de los vuelos tripulados. Los asesores médicos de Korolev, por su parte, apoyaron la propuesta de forma inmediata ya que deseaban tener a dos hombres simultáneamente en el espacio con el fin de estudiar y comparar su comportamiento en ingravidez. La experiencia ayudaría a verificar técnicas aplicables al encuentro de las futuras cosmonaves Soyuz, descritas con detalle en marzo. De hecho, Korolev había planeado en agosto de 1961 lanzar no dos sino tres naves de forma consecutiva, aunque la propuesta demostró ser prematura.

Nikolayev se dirige a la rampa de lanzamiento (Foto: RKK Energia)    Con motivo de esta doble misión, tan secreta que tomó a todos por sorpresa (decisiones de alto nivel habían otorgado mayor prioridad a los vuelos de los satélites espía Zenit-2), las cápsulas Vostok-3KA implicadas recibieron algunas modificaciones. Entre otras, se incluyó a bordo un mejorado sistema de comunicaciones que propiciase el contacto entre ambas, así como cámaras de televisión para intentar retransmitir el evento. Asimismo, los médicos prepararon una verdadera pléyade de dispositivos que posibilitarían el seguimiento exhaustivo del comportamiento de los dos cosmonautas. De los resultados obtenidos dependía el futuro de la exploración humana del espacio.

Andrian Nikolayev (Foto: MM)    Las Vostok-3 y 4, con Andrian Nikolayev y Pavel Popovich a bordo, fueron lanzadas al espacio mediante cohetes 8K72K el 11 y el 12 de agosto de 1962, respectivamente. El despegue había sido programado inicialmente para el 10 o 12 de marzo (tras la orden de Khrushchev de febrero, poco después del vuelo de Glenn, y teniendo en cuenta que después de seis meses de relativa inactividad se pedía montar un complicado viaje en apenas dos semanas) pero el fracaso de la primera misión de reconocimiento Zenit-2 (2K o 11F61), acaecida el 11 de diciembre de 1961, aconsejó una prudente espera. La tercera etapa del cohete 8K72K falló (se apagó prematuramente su motor RO-7) y tanto ella como su carga útil se incineraron en la atmósfera. Resueltas las dificultades, el segundo satélite espía (Kosmos-4) partió con éxito el 26 de abril de 1962, validando de nuevo el uso del vector para una misión tripulada. Sin embargo, el 1 de junio, el tercer satélite Zenit-2 volvió a fallar durante el lanzamiento. En esta ocasión se incorporaba la nueva versión del vector R-7, la 8A92, el cual explotó en la rampa de despegue, dañando la única rampa disponible. Aunque el cohete no era exactamente igual que el que usarían los cosmonautas, se impuso otro retraso hasta averiguar lo sucedido. Todo pareció resolverse durante la misión Kosmos-7 (28 de julio de 1962).

La configuración para los lanzamientos Vostok (Foto: Mark Wade)    Con las dos Vostok ya en el espacio, la secuencia de vuelo se desarrolló tal y como lo había previsto Korolev. Las leyes de la astrodinámica, no la capacidad de maniobra de cada una de las naves, permitieron su acercamiento hasta una distancia mínima de unos 6,5 kilómetros. Situadas en órbitas distintas, pronto seguirían caminos también diferentes.

La cápsula Vostok-3KA (Foto: Mark Wade)    El sucedáneo probó ser lo bastante efectivo como para satisfacer a Khrushchev. Además, Popovich se atrevió a liberarse del férreo abrazo de los cinturones de seguridad, convirtiéndose en el primer hombre que evolucionó libremente en el interior de su reducida nave, logrando dormir sin sufrir los síntomas del mareo espacial.

    En Occidente, tras el lanzamiento de la Vostok-3, las estaciones de seguimiento descubrieron con sorpresa la existencia de otra nave tripulada en órbita, la Vostok-4. Los soviéticos no sólo eran capaces de gestionar dos misiones tripuladas de forma simultánea sino que además éstas habían conseguido aproximarse hasta permitir su mutua identificación visual.

    La hazaña tuvo una repercusión notable: la U.R.S.S. parecía estar lo bastante avanzada como para intentar un encuentro espacial, algo que los americanos no podrían llevar a cabo hasta dos o tres años más tarde. ¡No parecía haber límites en lo que los comunistas podían hacer en el Cosmos!

    Khrushchev estaba exultante. Habló varias veces por teléfono con los dos héroes y volvió a explotar en lo posible la grandeza del momento.

    Por supuesto, las dos Vostok habían visto deshecha su proximidad muy rápidamente, pero su misión no acabaría ahí. El viaje duraría varios días y habría tiempo para realizar muchos experimentos. Una vez finalizados, volvió la sincronización: las dos cosmonaves se posaron en suelo soviético el día 15, con sólo 7 minutos de diferencia. Menos de 193 kilómetros separaron a los dos hombres.

Un modelo del lanzador de las Vostok, expuesto en Kaluga (Foto: Mark Wade)

    Popovich, sin embargo, habiendo despegado un día después que su compañero, debía haber regresado también unas 24 horas más tarde. Los controladores de tierra decidieron hacerle regresar antes de tiempo cuando el piloto vio "tormentas" en el horizonte, una contraseña pactada que significaba una sola cosa: Popovich tenía problemas con el inoportuno mareo espacial. Una vez en casa, el cosmonauta reconoció que todo había sido un malentendido, ¡él realmente había visto tormentas en el horizonte! Lo cierto es que este divertido episodio fue sólo el último resorte que propició el regreso precipitado de la Vostok-4. Según los instrumentos, la temperatura en su interior había descendido hasta los 10 grados centígrados y la humedad había alcanzado el 35 por ciento, sugiriendo que los sistemas de soporte vital de la nave no funcionaban como era debido.

La nave que tripuló Popovich (Foto: Mark Wade)

    Ante este espectacular despliegue de sincronía espacial, la próxima misión americana apenas tendría interés para el gran público. La MA-8 fue para la N.A.S.A., simplemente, un eslabón más de la larguísima cadena que llevaría al Apolo. Pilotada por Walter Schirra, la Sigma 7 despegó el 3 de octubre. Sus objetivos no serían mucho más ambiciosos que los de sus antecesores: sólo 6 órbitas, unas 9 horas, un grito lejano comparado con lo llevado a cabo por las Vostok. Pero la agencia estadounidense podía estar orgullosa esta vez: todo fue bien desde el principio al final. Schirra pilotó su nave con pericia y ahorró tanto combustible que demostró que las Mercury podían intentar un vuelo de más de 24 horas. La MA-8 fue recuperada en el Pacífico norte, a sólo unos 7 kilómetros del lugar previsto.

Walter Schirra (Foto: NASA)El cohete Atlas-D para la MA-8 espera la llegada de la cápsula probando sus motores (Foto: NASA)

Schirra se coloca el traje espacial (Foto: NASA)Schirra es ayudado a entrar en la cápsula (Foto: NASA)

La misión MA-8 despega desde Florida (Foto: NASA)El centro de control de las Mercury (Foto: NASA)

Schirra fotografía la superficie de nuestro planeta (Foto: NASA)Las fuerzas de rescate esperan la llegada de la cápsula (Foto: NASA)

La recién llegada cápsula es subida a bordo (Foto: NASA)Es la hora de las celebraciones (Foto: NASA)

    Sería Gordon Cooper el encargado de romper el récord de estancia orbital americano. La MA-9 despegó el 15 de mayo de 1963, permaneciendo en el espacio más de 34 horas (22 órbitas). Los técnicos habían dotado a la cápsula con reservas extra de combustible, oxígeno, agua y comida. La Mercury funcionó bien durante todo ese tiempo, aunque demostró que su "garantía" no podía extenderse mucho más: a partir de la órbita 19 los sistemas empezaron a dar problemas, ocasionando indicaciones falsas de velocidad y orientación, y elevando el nivel de CO2 de la atmósfera interior. La reentrada de Cooper, que tomó los mandos tras un cortocircuito en el sistema automático, se llevó a cabo de la forma más precisa posible. Las fuerzas de rescate recogieron al astronauta a tan sólo 6 kilómetros del lugar convenido.

Gordon Cooper (Foto: NASA)Durante los entrenamientos (Foto: NASA)

Cooper posa para la posteridad (Foto: NASA)Cooper se dirige a la rampa de lanzamiento (Foto: NASA)

Cooper es ayudado a penetrar en su cápsula (Foto: NASA)El despegue de la MA-9, última de la serie (Foto: NASA)

(Escucha el lanzamiento de la misión MA-9)

La Tierra vista por Gordon Cooper (Foto: NASA)La cámara de T.V. muestra la imagen del astronauta en su cápsula (Foto: NASA)

La misión ha finalizado (Foto: NASA)A la espera del rescate (Foto: NASA)

Gordon Cooper es ayudado a salir de su nave (Foto: NASA)El desfile final del proyecto Mercury (Foto: NASA)

    ¿Y ahora? Según el plan de vuelo, ésta debía ser la última Mercury. El inicio de los ensayos con la nueva Gemini estaba a la vuelta de la esquina y no parecía que las ya viejas cápsulas pudieran aportar demasiado al programa espacial. Sin embargo, se llegó a considerar una MA-10 con Shepard a los mandos y 72 horas en órbita, a finales de 1963. Se deseaba estrechar la inevitable brecha que se abriría entre el final de las Mercury y el inicio de las Gemini. Finalmente, el administrador de la N.A.S.A. decidió que sería mejor dedicar todos los esfuerzos a los programas que sucederían a la Mercury, y declaró finalizada la serie el 12 de junio de 1963.

Los 7 Magníficos dieron carácter épico al programa Mercury (Foto: NASA)

    Una nueva señal de que la agencia, en efecto, aceleraba en su afán de preparar sus próximos objetivos, lo tenemos en la continuación de los vuelos de prueba del Saturn-I. El SA-3 había volado el 16 de noviembre de 1962 con otra carga de 95 toneladas de agua. Después, el 28 de marzo de 1963, el SA-4 demostró la posibilidad de parar los motores en pleno ascenso. Sólo transportó una carga simulada. El próximo paso sería incorporar la segunda etapa criogénica S-IV, lo que convertiría al Saturn-I, provisionalmente, en el cohete más potente de la Tierra, un honor hasta ahora reservado a vehículos soviéticos.

Un Saturn-I despega desde Florida (Foto: NASA)

    En el transcurso de 1962/1963, Korolev tenía entre manos más trabajo del que podía llevar adelante. Por un lado, el problemático cohete N-1, por otro la estación espacial militar OS-1 que debía ser lanzada sobre él, sin olvidar la cápsula avanzada Soyuz (7K). Perdida la batalla de utilizar a esta última en el programa circunlunar (en beneficio de la LK-1 de Chelomei), Korolev intentaba encontrar las razones que permitieran su desarrollo.

 

    Los trabajos de diseño se habían iniciado en marzo de 1962, con la perspectiva de un primer lanzamiento en mayo de 1963. Sin embargo, éste era un calendario demasiado optimista. Una reunión de expertos en diciembre de 1962 concluyó que la nave debería ser dotada de un sistema de escape de emergencia, que la cápsula de descenso debía llevar unas pequeñas alas para facilitar su aterrizaje y que los tres tripulantes tendrían que llevar trajes espaciales. Korolev sólo aceptó la instalación de una torre de salvamento (se emplearía durante el ascenso en caso de accidente), a costa de retrasar el vuelo inaugural hasta 1965.

    Aunque se le había negado su participación en el programa de circunvalación, el ingeniero jefe mantuvo viva la esperanza de aprovechar su sistema Soyuz-A/B/V. Korolev pensó en utilizar la configuración para maniobrar hasta órbitas elevadas (fuera del alcance de las cápsulas convencionales) o para transportar combustible hasta la estación OS-1.

Una de las propuestas en relación a la estación espacial OS-1 (Foto: Mark Wade)

    Mientras el prototipo de la Soyuz empezaba a tomar forma en febrero de 1963 y se aprobaban internamente estos planes el 10 de mayo del mismo año, el Gobierno continuaba haciendo oídos sordos a considerar a la nueva nave como un candidato lunar. A pesar de la insistencia de Korolev, quien volvió a proponer el uso de la cápsula junto al N-1 para un alunizaje (la amenaza del Apolo crecía constantemente), nada fue aceptado. Sólo el programa LK-1 gozaba del beneplácito de Khrushchev. Por fortuna, en diciembre se aprobó la construcción de los tres primeros vehículos Soyuz (7K), esperando ensayarlos algún día junto a vehículos Soyuz-B (9K) y Soyuz-V (11K). En enero de 1964 se trazaba un plan de ensayos de este tren espacial, con vistas a solicitar otra vez su aplicación a un vuelo circunlunar.

    Sólo sería un espejismo que pronto desaparecería... más