LA U.R.S.S. SE SUBE AL TREN

    A principios de 1964, la Unión Soviética sólo tenía un programa lunar tripulado en perspectiva, e incluso éste se estaba desarrollando de forma secreta. Durante esta primera parte del año, las noticias procedentes de Estados Unidos no hacían sino confirmar que la N.A.S.A. estaba plenamente comprometida a un intento de alunizaje con hombres a bordo. De hecho, la agencia había continuado haciendo pruebas de los sistemas de la cápsula Apolo, como la torre de escape de emergencia (Pad Abort I, 7 de noviembre de 1963; Little Joe-II A-001, 13 de mayo de 1964), o lanzando nuevos ejemplares del cohete Saturn-I, ya completos (SA-5, 29 de enero de 1964; y SA-6, 28 de mayo de 1964; ambos dirigidos con éxito a la órbita terrestre, aunque este último lo hizo tras el pagado prematuro de un motor de la primera etapa).

Un Little Joe II a punto de despegar (Foto: NASA)Pad Abort (Foto: NASA)

Experimentos de resistencia de la cápsula Apolo (Foto: NASA)El grupo ampliado de astronautas estadounidenses (Foto: NASA)

Esquema del Little Joe II (Foto: Mark Wade)

    Por si fuera poco, el 8 de abril de 1964 la N.A.S.A. lanzó su primera misión no tripulada Gemini (GT-1) a bordo de un cohete Titan. Su segunda etapa actuó bien y colocó en órbita baja a la cápsula. Sin intentar la separación, el viaje serviría para estudiar la telemetría durante las primeras tres órbitas, dejando después que el conjunto reentrara de forma natural.

Los dos módulos principales de las Gemini (Foto: NASA)El Titan-II sería el lanzador elegido para el programa Gemini (Foto: Mark Wade)Corte de la cápsula Gemini (Foto: NASA)

    Como en todos los programas de gran envergadura, habría problemas. Dificultades que la U.R.S.S. aparentemente no tenía porque no estaba haciendo nada para incurrir en ellas.

Las rampas de lanzamiento del cohete N-1, en construcción (Foto: Mark Wade)    O al menos así se veía desde Occidente. Si algo se cocía en los centros de diseño soviéticos, éstos no tenían ninguna intención de dejar que trascendiera: el 26 de octubre de 1963, Khrushchev negó tajantemente que su país estuviese inmiscuido en un programa tripulado lunar. Reconocía que los científicos de su país estaba trabajando en ello como uno más de los múltiples retos que ofrecía la exploración espacial, pero no creía que fuera posible por el momento: "Los americanos quieren hacer aterrizar a un hombre en la Luna hacia 1970. Les deseamos suerte y veremos cómo volarán hacia allí y cómo regresarán. Ojalá tengan éxito, porque una competición no sería nada bueno sino todo lo contrario, ya que podría ocasionar la muerte de personas".

    El propio Gagarin, más o menos en las mismas fechas, declaraba ante cientos de especialistas mundiales en astronáutica que el viaje a la Luna precisaba de grandes cohetes todavía inexistentes. Conocedor de la propuesta de Korolev, volvió a referirse a la combinación Soyuz-A/B/V (sin mencionarla por su nombre) como un método alternativo para conseguir una parte de este objetivo: unir en órbita las piezas del vehículo lunar, lanzadas de forma independiente a bordo de cohetes más pequeños. Pero Gagarin también sabía que este sistema apenas permitía dar una vuelta alrededor de la Luna y regresar a la Tierra, que los americanos se encontraban en plena fase de ensayos de sus potentes vectores Saturn (lo que abría la puerta al alunizaje), y que sus compatriotas ya habían iniciado la construcción del complejo de lanzamiento del en cierto modo comparable N-1 (septiembre de 1963).

La estación espacial OS-1 (Foto: Mark Wade)    En 1964, las cosas cambiaron de forma sustancial. La presión de los avances de la N.A.S.A. obligaría a replantear la cuestión del alunizaje. Siempre preparado para cualquier contingencia, Korolev empezó a definir con mayor profundidad cómo utilizar a su cápsula Soyuz-A en una misión de estas características.

    Su diseño se encontraba bien avanzado, listo para sustituir a las Vostok a un par de años vista. De forma paralela, el OKB-1 de Korolev continuaba el diseño del cohete N-1 y de la estación militar OS-1 que éste debía llevar al espacio (de la cual se llegó a construir una maqueta a escala natural, de casi 19 metros de largo). Las Soyuz servirían para llevar los astronautas hasta ella. Tanto evolucionaron estas ideas que se llegó a proponer el envío en ruta circunlunar de una Soyuz a bordo de un cohete N-1 desprovisto de primera etapa (N-11 o N-2, haciendo desaparecer así las innecesarias complejidades del lanzamiento múltiple de las Soyuz-B y V).

El N-2 fue candidato a enviar una Soyuz en misión de circunvalación lunar (Foto: Mark Wade)    La propuesta fue rechazada de plano porque el programa LK-1 de Chelomei avanzaba a buen ritmo y no era necesario poner a otro competidor en el escenario. Pero si Chelomei avanzaba, más lo estaba haciendo la N.A.S.A., cuyas actividades, como era de esperar, no pasaban inadvertidas en el Kremlin. Así, más de tres años después del famoso discurso de Kennedy, Khrushchev tuvo que dar su brazo a torcer.

La versión N-3 tampoco vería la luz (Foto: Mark Wade)    El 24 de marzo de 1964, Korolev presentaba a Khrushchev su antiguo plan L-3. Al cohete básico N-1 se le añadirían las etapas G y D, con el Bloque E haciendo posible el retorno. Más adelante, éstas serían sustituidas por versiones más avanzadas, equipadas con motores criogénicos de oxígeno e hidrógeno líquidos (como el Saturn americano), proporcionando otras cuatro toneladas de carga útil suplementaria en la superficie lunar.

    Por fin, bajo la orden 655-268 del 3 de agosto de 1964, el Comité Central del Partido Comunista soviético autorizaba oficialmente el inicio de los trabajos encaminados a conseguir un vuelo de circunvalación lunar y otro de alunizaje. Esto debía ocurrir en el período de 1967-1968 (!), siempre con anterioridad a los Apolo norteamericanos. Además, Khrushchev ordenó un programa de sondas Luna mejorado, que incluyera el aterrizaje de vehículos automáticos más sofisticados, la recogida de rocas lunares, y la toma de imágenes desde la órbita selenita. Por fortuna, Korolev, que había previsto esta circunstancia, la cual juzgaba esencial para el envío de cosmonautas, tenía ya entre manos los diseños de las futuras versiones de las sondas E-6.

    Frente a tan amplia colección de objetivos, una empresa considerable para una nación que apenas seis meses antes había negado toda implicación en la carrera lunar, habría que dar prioridad a los proyectos que se encontraban más avanzados. Por eso, ese mismo 3 de agosto, Chelomei recibía la autorización definitiva para construir su nave lunar LK-1, situarla a bordo de un cohete UR-500K y enviar en ella a dos cosmonautas alrededor de nuestro satélite antes de octubre de 1967, el glorioso 50 aniversario de la Revolución Bolchevique.

    La cosmonave LK-1 consistiría en tres módulos diferenciados. Los dos primeros, formando una estructura cónica (VA Vozvrashchaemiy Apparat, de 2,9 metros de diámetro), se parecían mucho a la americana Gemini, mientras que el tercero sería cilíndrico y estaría armado con un potente motor y un par de paneles solares que extendería cerca de la Luna. La nave pesaría unas 20 toneladas (3.800 kilogramos para los dos módulos habitables y 16.000 kilogramos para el módulo de servicio). Con un hombre o dos en su interior, el cohete UR-500K se encargaría de colocarla en órbita alrededor de la Tierra. Después, accionando su propio motor, se dirigiría hacia nuestro satélite.

Dos perspectivas de la cosmonave LK-1 (Foto: Mark Wade)

    En cuanto a la vertiente más importante, el alunizaje tripulado, las dificultades inherentes implicarían un mayor escrutinio: hasta tres proyectos rivales fueron presentados a finales de año. Todos ellos recibirían algo de financiación para avanzar en su diseño, aunque sólo uno tendría el honor de intentarlo.

El LK-700, la propuesta de Chelomei para el alunizaje soviético (Foto: Mark Wade)    El centro OKB-52 de Chelomei propondría una nave basada en su vehículo LK-1 (en pleno desarrollo), a la que llamaría LK-700. Tendría un tren de aterrizaje y quedaría unida a una etapa de propulsión de alta energía para permitir el descenso suave y el posterior despegue. Chelomei, con esta configuración, estaba declarando que prefería un viaje directo, lo que evitaba las siempre peligrosas maniobras de aproximación y acoplamiento en órbita lunar (como harían las Apolo). El ingeniero jefe no podía aceptar el riesgo de que el ocupante u ocupantes del módulo lunar pudiesen verse imposibilitados de regresar a la Tierra por un fallo durante la reunión con el resto de la expedición. El ascenso directo, además, tenía otras ventajas, como una mayor flexibilidad a la hora de elegir el punto de alunizaje (un 88 por ciento de la superficie lunar) y la hora del despegue (no sería necesario coordinarlo con el paso de otra nave colocada en órbita).

La decisión, claro está, tenía un precio: el cohete debía ser muy grande y potente. Algo que no preocupaba al ingeniero jefe puesto que desde 1962 tenía en mente un sucesor para su UR-500K, el UR-700, un claro competidor del N-1 y del Saturn-V americano. Dicho vehículo podría impulsar unas 50 toneladas en ruta de escape o colocar 150 toneladas en órbita terrestre baja. La bestia habría pesado más de 4.800 toneladas al despegue, desarrollando unas 5.900 toneladas de empuje. Tanto la primera como la segunda etapa estarían formadas por cúmulos de módulos de propulsión idénticos (4,1 metros de diámetro, un tamaño apto para su transporte por ferrocarril), cada uno equipado con un motor RD-270, la nueva creación de Glushko. El RD-270, que consumiría propelentes almacenables, tendría un empuje de 600 toneladas (era el equivalente al F-1 estadounidense). Así, la primera etapa estaría formada por tres cúmulos de dos módulos de propulsión cada uno, rodeando a su vez a otros tres módulos en un sólo cúmulo central que actuaría como segunda etapa. Ambas quemarían a un tiempo desde el momento del despegue, aunque la segunda lo haría más tiempo (al principio se alimentaría de los tanques de la primera). Eso suponía nueve motores funcionando a la vez, frente a los cinco del Saturn-V de la N.A.S.A., lo que da una idea de su potencia. Sobre la segunda etapa descansaba el tercer escalón, formado por tres motores RD-254 (versión de altura de los ya utilizados en la primera fase del UR-500K), con tanques para los propelentes situados de manera externa y que podían ser expulsados durante el ascenso. Con la nave LK-700 en la cúspide del cohete, el conjunto alcanzaría los 76 metros de altura. Para el despegue, podría usar las mismas instalaciones que el N-1.

El sistema de aterrizaje del LK-700 permanecería plegado durante el trayecto hacia la Luna (Foto: Mark Wade)    La nave lunar propiamente dicha hubiera consistido en un módulo de aceleración, otro de desaceleración -estos dos últimos coincidían con las etapas superiores del UR-500K, aprovechadas para el programa-, un módulo de descenso lunar y una cápsula de retorno, además de un sistema de escape durante el ascenso (DU-SAS). En total, 21 metros de altura. El módulo de aceleración hubiera permitido alcanzar la velocidad de escape hacia la Luna desde la órbita terrestre, mientras que el módulo de desaceleración hubiera facilitado las maniobras del vehículo y su descenso sobre la superficie lunar. A unos 3 kilómetros de altitud, sería expulsado, y la nave con la tripulación se posaría merced a sus propios medios y a un tren de aterrizaje telescópico de cuatro o seis patas. Tras dos días de estancia, los dos pasajeros de la expedición dejarían atrás su objetivo; abandonando el tren de aterrizaje, la nave aceleraría para regresar a la Tierra. Cerca de ésta, el módulo lunar, que habría hecho todas las maniobras, sería desprendido y la tripulación, dentro de la cápsula de descenso, efectuaría la reentrada atmosférica.

    La utilización de elementos pertenecientes a su hermano menor, el UR-500K (que tuvo grandes problemas), retrasó en cierto modo su definición exacta, que no se produjo hasta al menos 1966. Para entonces, el N-1 de Korolev se encontraba más avanzado y el Gobierno decidió mantener al UR-700 en hibernación.

Un corte del cohete UR-700 para la misión LK-700 (Foto: Mark Wade)

    Por su parte, el centro OKB-5 de Yangel, otro veterano diseñador de misiles, propuso su propia versión del cohete lunar: el R-56. En el tablero de dibujo desde abril de 1962, estaría basado en la potencia del motor RD-270 de Glushko. Cada motor estaría unido a un módulo alargado, parecido a la etapa que impulsa al actual cohete Zenit. Se usarían al menos cuatro de estos módulos para las dos primeras fases de impulsión, creando el empuje suficiente para viajar a la Luna. En cambio, se desconocen los detalles de las etapas superiores y la nave lunar, lo que hace pensar que esta propuesta no fue considerada tan seriamente como las otras dos, siendo cancelada a finales de 1964.

Esquema del cohete R-56 (Foto: Mark Wade)Maqueta a escala reducida del cohete R-56 (Foto: Mark Wade)

Las distintas variantes contempladas del cohete R-56 (Foto: Mark Wade)

    El OKB-1 de Korolev presentó su proyecto el 25 de diciembre de ese mismo año, resultando elegido como el que intentaría hacer realidad el alunizaje tripulado soviético. El ingeniero jefe no quiso abandonar en ningún momento el elegante concepto de sus naves Soyuz. Las Soyuz-B y V no tendrían parte en el nuevo programa puesto que para lograr el aterrizaje, sería preciso un cohete decididamente mucho más potente que el Semyorka. Sin embargo, la Soyuz-A, de unas 7 toneladas de peso, sí tendría cabida como la nave que albergaría a los cosmonautas durante el viaje a la Luna. Quedaría como asignatura pendiente el módulo que depositaría a uno o varios hombres sobre la superficie, uno de los múltiples problemas que debería solucionar durante los próximos meses.

Comparativa gráfica entre las propuestas de Chelomei (derecha) y las que finalmente impuso Korolev (izquierda) (Foto: Mark Wade)

    En cuanto al cohete lanzador, Korolev pensó inmediatamente en su N-1. Como éste había sido pensado originalmente para orbitar sólo unas 50 toneladas, habría que duplicar su potencia para esta misión. Durante los siguientes años, el vector, que en algún momento habría sido bautizado con los nombres "Lenin" y "Comunismo", sufrió diferentes modificaciones para adaptarlo a las nuevas necesidades. Como ya se mencionó en un capítulo anterior, su carga útil se incrementó repetidamente de 50 a 75 toneladas, después a 92, a 95 y finalmente hasta 98. Además, el cohete pasaría de tres a cuatro etapas, más una quinta adosada al módulo lunar para las maniobras de descenso y corrección de trayectoria.

    En efecto, la técnica seleccionada para el alunizaje sería la misma que la que emplearía la N.A.S.A. (Encuentro en Órbita Lunar, LOR). Esto permitiría ahorrar combustible, ya que la Soyuz permanecería en órbita alrededor de Selene (incluyendo los sistemas necesarios para el regreso a la Tierra: escudo térmico, paracaídas, etcétera). El modulo lunar sería mucho más pequeño que el L.E.M. norteamericano y sólo podría transportar a un hombre. En total, la Soyuz y el módulo lunar con el motor de descenso pesaban menos de las dos terceras partes que la nave LK-700 de Chelomei, convirtiendo a su cohete, el N-1, en una meta más realista.

 

TRES EN UNO

La configuración de la cápsula Voskhod-1 (Foto: Mark Wade)    A pesar de que la Unión Soviética parecía haber puesto en marcha la maquinaria que permitiría luchar con su rival americano, Khrushchev quería más. Deseaba mostrar una imagen de competitividad y aun de superioridad total. Con esta obsesión, se reuniría con Korolev a principios de 1964. Durante la conversación que ambos mantuvieron, ordenó al ingeniero jefe la inmediata superación -a toda costa- de la anunciada capacidad de dos tripulantes de la cápsula Gemini (otro de los objetivos de este programa-puente), a ser posible antes del aniversario de la Revolución Bolchevique correspondiente a 1964. No bastaba, pues, con igualar la meta de la astronave americana: era necesario además batirla para así volver a sorprender al mundo, demostrando el poderío tecnológico de la nación soviética.

    Si las exigencias de Khrushchev habían ocasionado siempre dificultades en el plan de trabajo de Korolev, esta vez el problema que se le planteaba era realmente grave: las Soyuz, única nave en desarrollo con capacidad para tres hombres, no estarían listas hasta dos años después que las Gemini, y tampoco era posible colocar a tres personas en el interior de la Vostok original.

El lanzador de la Voskhod-1 (Foto: Mark Wade)    Estaba claro que el ingeniero jefe no podía esperar a la llegada de las Soyuz, así que optó por una inteligente solución. El considerable espacio libre existente en el interior de la cápsula Vostok, a diferencia de las Mercury, posibilitaría correr una serie de riesgos adicionales y llevar adelante la misión. Lo que es más, el nuevo programa, como el Gemini, podría servir para practicar algunas de las técnicas que serían necesarias en el viaje lunar. Por eso, a costa de modificar el vehículo, el equipo de trabajo de Korolev trazó un calendario de al menos cuatro misiones:

    -En primer lugar, el impuesto vuelo con tres hombres a bordo (nave Voskhod o 3KV).

    -Después, en 1965, un viaje que incluyese un paseo espacial para ensayar el traje destinado a ser usado sobre la superficie lunar (nave Vykhod, "Salida", o 3KD).

    -A continuación, un vuelo de larga duración de hasta 12 días para superar el récord de Bykovsky y asegurar que una tripulación podía permanecer este tiempo en el espacio.

    -Por último, un ensayo general de acercamiento real entre dos naves, incluyendo maniobras y correcciones y quizá un acoplamiento (en 1967).

    Visto de cerca, el plan duplicaba casi exactamente los objetivos que debía llevar a cabo el proyecto Gemini. A partir de un capricho de Khrushchev, Korolev se las ingenió para poner en pie todo un programa llamado Voskhod (amanecer), y si bien era cierto que hubiera deseado dedicar el dinero y el esfuerzo a las Soyuz, ya que el compromiso era ineludible sacaría el máximo partido de él.

Interior de la cabina de la Voskhod-1 (Foto: Mark Wade)    Korolev, además, contaba con una ventaja: mientras que los americanos apenas habían iniciado los ensayos de su Gemini (antes de comprometer la presencia de hombres en su interior), los soviéticos podrían utilizar la Voskhod casi inmediatamente, ya que en esencia era la misma plataforma que había transportado a Gagarin hacia el espacio. El Gobierno emitió la orden correspondiente el 13 de abril de 1964.

    Evidentemente, no bastaría con construir unas cuantas cápsulas más. El equipo de ingenieros, encabezados por el propio Korolev, Ustinov, Smirnov y Keldysh, trabajaría duro para preparar cada una de las próximas cuatro misiones tripuladas. Por ejemplo, se ensayaron con antelación (en el espacio) los motores que podrían servir para propiciar el encuentro de dos naves Voskhod (Polyot), y se estudió en profundidad la nueva configuración de la Vostok para cumplir con las expectativas creadas.

    En esencia, y pensando en la primera misión, sería necesario eliminar peso y elementos de su interior. Eso se conseguiría de varias formas. Por un lado, los tres cosmonautas prescindirían de los habituales trajes espaciales. Tras seis misiones tripuladas ello no parecía suponer ningún tipo de peligro. Por otro, sería imposible colocar tres asientos eyectables, así que éstos dejarían de usarse en las Voskhod. Eso implicaría que la cápsula de descenso tomaría tierra con sus ocupantes en el interior.

Los tres tripulantes de la Voskhod-1 (Foto: Mark Wade)    Los americanos suavizaban esto amerizando en el mar, pero la Voskhod debería suplir esta carencia mediante la instalación de retrocohetes que amortiguaran el impacto (serían colocados en la parte superior de la cápsula, unidos a los cordajes de los paracaídas). En sucesivas misiones, la nave volvería a su configuración de uno o dos tripulantes, a cambio de recibir la instalación de una esclusa hermética que permitiera la salida al espacio de uno de ellos, o la de los elementos mecánicos necesarios para un acoplamiento.

    La propuesta preliminar de la cápsula Voskhod, no aprobada todavía, se encontraba ya bastante definida en febrero de 1964. Después de la orden de Khrushchev, y hasta el momento del lanzamiento de la primera misión, se realizarían diversas pruebas para verificar las modificaciones. Una de ellas consistió en aplicar los cambios (paracaídas y retrocohete) en una de las viejas Vostok (la Vostok-2 de Titov, que tuvo que ser tomada en préstamo del museo en el que se encontraba). La nave fue lanzada para un ensayo, pero éste fracasó y la histórica cápsula se estrelló contra el suelo haciéndose añicos en agosto de 1964. Se adoptó entonces la oportuna medida de hacer un ensayo general de cada misión mediante una o más naves no tripuladas (siguiendo la pauta de las Korabl Sputnik).

    Se haría necesario utilizar un cohete más potente que el empleado en el lanzamiento de las Vostok. El nuevo vehículo (Voskhod-3KV) aumentaría su masa hasta los 5.682 kilogramos, muy lejos de la capacidad del 8K72K. Con todo, la elección era sencilla: el vector desarrollado para los vuelos a los planetas y la Luna, menos la etapa de escape. Se llamaría 11A57, su capacidad en órbita baja sería de unas 7 toneladas y también sería utilizado (de hecho lo fue antes en este programa) para el envío al espacio de los satélites espía Zenit-4 (11F69).

El aspecto exterior de la cápsula Voskhod-1 (Foto: RKK Energia)    Las decisiones adoptadas para hacer viable el programa Voskhod lo convertirían en un proyecto peligroso. Sin asientos eyectables, y en caso de una emergencia sobre la rampa de lanzamiento, habría que esperar casi medio minuto a que la etapa superior entrara en ignición, apartando a la nave del lugar. La instalación de una torre de escape se retrasaría hasta la llegada de las Soyuz ya que requería de un desarrollo específico que tardaría en fructificar. Por todo ello, no sería sencillo encontrar tres hombres que deseasen ser embarcados en semejante aventura. Konstantin Feoktistov, el ingeniero de diseño y hombre de confianza de Korolev que propusiera la eliminación de los asientos así como la de los trajes presurizados, se ofreció voluntario para la misión. Su jefe aceptó la oferta, más aún porque desde el inicio del programa la Fuerza Aérea tenía el monopolio en el equipo de cosmonautas. Había habido promesas de que los ingenieros también podrían volar (su presencia en órbita era más atractiva que la de los pilotos militares para probar las naves), pero éstas se habían retrasado una y otra vez. Con Feoktistov a bordo, Korolev sabría de primera mano cómo se comportaban sus creaciones. Y también con él, otros candidatos a cosmonautas aceptarían volar más fácilmente en la Voskhod.

    Como estaba previsto, cada uno de los aspectos técnicos de un vuelo sería ensayado en otro anterior sin tripulantes. En el caso que nos ocupa, éste se llevó a cabo el 6 de octubre. La misión se había retrasado un mes debido a ciertas dudas sobre su cohete, pero el vector 11A57 (R15000-02) actuó perfectamente y su carga alcanzó el espacio, donde recibiría el nombre camuflado de Kosmos-47. Oficialmente, los soviéticos sólo reconocerían que se trataba de un vehículo dedicado a la "exploración de la atmósfera superior y del espacio exterior". La cosmonave (Voskhod-3KV número 2) permaneció un día en órbita baja y fue recuperada con normalidad (aunque los paracaídas no se separaron y la cápsula resultó arrastrada por el viento a lo largo de 160 metros). El éxito dio luz verde al inmediato lanzamiento de su compañera tripulada.

La Voskhod-1 es introducida en su carenado protector (Foto: RKK Energia)    Junto al abnegado ingeniero Feoktistov viajarían Vladimir Komarov y Boris Yegorov. Los tres fueron lanzados al espacio el 12 de octubre de 1964, a bordo de otro cohete 11A57 (R15000-04). Su único objetivo: "resistir" 24 horas en tan estrecho compartimiento. Para mayor seguridad, Yegorov, doctor en medicina, se encargaría de vigilar a sus colegas y a él mismo durante las 17 revoluciones que efectuó la Voskhod-1 (3KV número 3). Un sistema cerrado de televisión permitió seguir el vuelo desde el centro de control y constatar que ninguno de ellos, a pesar del poco espacio disponible, se sintió indispuesto. Finalizada la misión (los cosmonautas solicitaron una extensión de 24 horas pero les fue denegada), la cápsula efectuó una reentrada perfecta y se posó a unos 300 kilómetros al sur de Kustanai.

    La Unión Soviética añadía una "primicia" más a su cada vez más extenso rosario de victorias parciales. En Occidente, para variar, la noticia volvió a caer como una bomba. La presencia de tres hombres en una nave espacial, cuando la cápsula Apolo se encontraba aún tan lejana en el tiempo, era un hecho destacable, porque implicaba que los soviéticos disponían de una nave mucho más capaz que la Vostok. En realidad, el mundo desconocía las características de ambas naves, y no supo deducir su parentesco.

    Un día después del regreso de la Voskhod-1, Nikita Khrushchev era destituido por el Partido. Su comportamiento le había granjeado numerosos enemigos incluso en su propio país. Para Korolev, el cambio sería positivo: el excéntrico político dejaría de interferir con sus irracionales exigencias. Desgraciadamente, el tiempo perdido podría haber significado ya la derrota en la carrera lunar. más