PERO, ¿EXISTE REALMENTE UNA CARRERA HACIA LA LUNA?

    No había unanimidad en los EE.UU. sobre la participación de la U.R.S.S. en dicha carrera. El senador J. William Fullbright manifestó el 19 de noviembre de 1963, ante el Congreso, que América estaba compitiendo contra ella misma.

    Por su parte, Tereshkova, durante uno de sus viajes a Cuba, el 4 de diciembre de 1963, negaba esta impresión, dejando bien clara la intención de su Gobierno de dirigirse hacia la Luna (si bien se guardó de decir que el alunizaje aún no había sido aprobado). El legendario Gagarin, según Valentina, había sido puesto al frente del grupo de cosmonautas del programa lunar.

Los astronautas estadounidenses entrenan, pero, ¿y los soviéticos? (Foto: NASA)    Algunos periódicos, como el New York Times, se mostraban también escépticos. En un editorial del 11 de abril de 1964, se instaba al abandono de lo que parecía una ridícula carrera de un solo participante, proponiendo la formación de un grupo internacional para la investigación del espacio y la dedicación del dinero del programa Apolo a tareas más útiles.

    Hasta 1964, la Unión Soviética no había mostrado indicio alguno de estar desarrollando elementos para un hipotético viaje tripulado a la Luna. Sus demostraciones tecnológicas en el espacio sólo parecían eso, demostraciones, despliegues de propaganda comunista sin sentido aparente, siempre en busca de superar de forma sistemática todos y cada uno de los objetivos que la N.A.S.A. anunciaba con antelación al mundo. El semanario Newsweek se hacía eco de esta situación el 8 de junio de 1964: "No hay evidencia de que la U.R.S.S. esté construyendo un cohete mayor para ir a la Luna... Muchos observadores creen que los Estados Unidos están compitiendo contra ellos mismos".

    Con la repetida obcecación soviética de lograr un aterrizaje sobre la superficie lunar merced a una de sus sondas automáticas, muchos analistas llegaron a creer que habían decantado su estrategia en ese sentido. Además, los satélites espía americanos habían detectado un constante incremento en el número de misiles nucleares instalados en los silos, y esto significaba una muy importante inversión que algunos economistas destacaron como condicionante. El programa Apolo estaba significando una sensible merma financiera para los EE.UU., así que era posible que los dirigentes soviéticos hubiesen abandonado el programa tripulado lunar faltos de los recursos necesarios para tal empresa. En vista de eso, ¿tenía sentido continuar adelante con la famosa carrera lunar? Los hechos, en el futuro, se encargarían de otorgar la razón a unos o a otros.

 

SALIDA AL ESPACIO

    Tras la despedida de Khrushchev, Korolev se vio con las manos libres para reorganizar el programa espacial. Con Brezhnev en el poder, el ingeniero jefe se responsabilizaría de todos los aspectos del viaje lunar y movería las piezas para intentar equipararlo a la iniciativa americana.

    Una de sus primeras acciones sería poner en cintura al programa circunlunar de Chelomei, quien sin embargo permanecería al frente de sus equipos de diseño. También maniobraría para conseguir la cancelación del cohete UR-700, una seria amenaza para su N-1 y un pozo en el que hubieran desaparecido los fondos necesarios para su desarrollo. El 31 de octubre de 1964, el UR-700 fue paralizado y no se hablaría más de él hasta pasados varios años.

    La omnipresencia de Korolev creó graves roces entre él y Chelomei, Glushko y otros responsables que ahora veían disminuir su influencia. Todas estas luchas intestinas ocasionarían retrasos de hasta dos años, complicando aún más la situación.

    Mientras, la N.A.S.A. seguía con su diversificado calendario de ensayos y misiones. El 18 de septiembre se efectuó el tercer vuelo orbital de su cohete Saturn-I (SA-7), el cual colocó en órbita una maqueta de la cápsula Apolo y ensayó sus sistemas de guiado. El 8 de diciembre, se efectuó otra prueba Little Joe-II (A-002), demostrando el buen funcionamiento de la torre de escape en los momentos de máxima presión aerodinámica. También se volvió a lanzar una cápsula Gemini (19 de enero de 1965, tras un aborto de lanzamiento por un problema técnico el 9 de diciembre), esta vez en trayectoria suborbital (GT-2). La nave, sin tripulación, se separaría por primera vez de su cohete portador y sería recuperada en el Atlántico sin problemas. En su interior transportó una serie de instrumentos para simular la presencia de astronautas. Por último, la agencia estadounidense lanzó su primera carga operativa a bordo de un cohete Saturn-I: el SA-9 partía el 16 de febrero de 1965 con una maqueta de la nave Apolo (BP-16) y el primer satélite Pegasus. Este último, de gran masa, sería utilizado para investigar la actividad meteórica existente en los alrededores de la Tierra.

Instalaciones de la NASA del programa tripulado (Foto: NASA)Lanzamiento del GT-2 (Foto: NASA)

Esquema de la cápsula Gemini (Foto: NASA)El cuadro de instrumentos de la Gemini (Foto: NASA)

    Ante esta frenética actividad, Korolev sólo podía oponer de momento el programa provisional Voskhod, a la espera de que las Soyuz estuvieran a punto. El siguiente punto del plan, después del despegue de la nave triplaza, era la realización de un paseo espacial para el ensayo del traje que debería usarse en la superficie lunar.

    Trabajando en varios frentes, Korolev se las ingenió para preparar en un tiempo récord este nuevo hito en la historia de la Astronáutica, un acontecimiento que en cierto modo era inevitable. El futuro nos reservaría sin duda acoplamientos de naves, reparación de algunas de ellas, excursiones sobre la Luna... En todos los casos, para conseguirlo, el Hombre debería haber aprendido antes a desenvolverse fuera de la coraza protectora de su astronave, así que era sólo cuestión de tiempo que tal posibilidad pudiese plantearse. Existía además otra razón: uno de los objetivos del programa Gemini era la realización de una o varias salidas al exterior, a partir de mediados de 1965.

El satélite Pegasus, lanzado a bordo de un cohete Saturn-I (Foto: NASA)    Las Vostok no poseían los medios adecuados para efectuar uno de estos paseos, denominados técnicamente "actividad extravehicular". Por eso, Korolev necesitaría efectuar algunas modificaciones en la cápsula, ahora denominada Voskhod-3KD y de la cual debían construirse al menos cinco ejemplares. Por ejemplo, no era posible despresurizar la nave en su totalidad ya que las reservas de aire necesarias para ello hubieran aumentado de forma intolerable su masa, y también porque la aviónica se refrigeraba gracias a la atmósfera interna, así que se decidió instalar un compartimiento estanco desplegable (Volga) en el exterior. El cosmonauta penetraría en su interior y sellaría el habitáculo, aislando a su compañero, que le esperaría en el módulo principal. El único aire que se perdería en el espacio sería el del compartimiento estanco. Por otro lado, no había lugar para tres astronautas vestidos con trajes espaciales, elemento esencial durante cualquier despresurización, de modo que Korolev redujo la tripulación hasta dos hombres.

    El cosmonauta que saldría al vacío, como hemos dicho, usaría el traje pensado para recorrer a pie la superficie lunar, una modificación del Sokol empleado dentro de las Vostok. Lo demuestra el hecho de que fuera equipado con una mochila instalada en la espalda, con todo lo necesario (45 minutos de oxígeno, refrigeración y eliminación del dióxido de carbono) para una corta estancia en la Luna. Los americanos, en cambio, utilizarían en la Gemini un cordón umbilical que transportaría el oxígeno y otros consumibles hasta el astronauta. El traje soviético empezó a ser diseñado en mayo de 1964, y no sería un reto pequeño el que tuvieron que afrontar los expertos, ya que debería fabricarse para proteger a su usuario de los peligros del espacio (extremos térmicos, radiación, micrometeoritos, ausencia de presión...). Además, debía evitarse que el traje se hinchara como un globo, o de lo contrario dificultaría los movimientos del cosmonauta.

    En un momento determinado, la actividad extravehicular quedó programada para noviembre de 1964, pero su preparación llevó más tiempo del previsto, lo que la situó en el período marzo-abril de 1965. Sin embargo, la Voskhod-2 no despegaría hasta que se efectuara antes una misión de prueba no tripulada: la Kosmos-57 (3KD número 1), su antecesora, sería lanzada mediante un 11A57 (R15000-03) el 22 de febrero de 1965, alcanzando la órbita prevista. Desde tierra, los controladores ordenaron la presurización de la esclusa exterior y también de un traje espacial, sin que se apreciaran fallos. Poco después, un error en los comandos enviados desde los centros de seguimiento (dos de ellos transmitieron simultáneamente) confundió al ordenador de a bordo, quien no supo hacer otra cosa que activar el retrocohete. Cuando el sistema detectó que la operación se estaba produciendo en un momento no programado, accionó el dispositivo de autodestrucción instalado para evitar que la nave cayera íntegra en manos del enemigo.

    Ante el desmayo de Korolev y los suyos, la Kosmos-57 reentraría el mismo día del lanzamiento, dividida en unos 200 fragmentos. Por fortuna, los sistemas dedicados a la consecución del paseo espacial habían funcionado (excepto la expulsión de la esclusa, paso esencial antes de la reentrada). Dado que la construcción de una cápsula para la realización de otro ensayo habría precisado de más de un año, se decidió continuar adelante con el plan de lanzar a la Voskhod-2 con dos hombres en su interior. Una nave tripulada no estaba equipada con un sistema de autodestrucción, así que lo sucedido nunca afectaría a los cosmonautas. Por si acaso, se equipó a un satélite espía Zenit-4 (Kosmos-59, 7 de marzo) con partes del anillo de sujeción de la esclusa, para verificar su comportamiento durante la reentrada. También se llevó a las tripulaciones principal y de reserva en vuelos parabólicos de aviones Tu-104, para simular la apertura y cierre de la esclusa de forma manual, en caso de que los sistemas eléctricos no actuasen.

El interior de la cápsula Voskhod (Foto: Mark Wade)    Unos días después, las desgracias continuaron, ya que una rutinaria prueba de recuperación de una nave Voskhod acabó con el impacto de ésta contra el suelo al fallar su paracaídas. Tantos problemas, mezclados con la inminencia del viaje tripulado inaugural de la Gemini, propiciaron la intervención del K.G.B., cuyos representantes investigarían un posible sabotaje. En lo sucesivo, y hasta la fecha del lanzamiento de la Voskhod-2, guardias armados vigilarían todas los preparativos.

    El 16 de marzo, se enviaron al espacio tres satélites científicos (Kosmos-61, 62 y 63) para controlar el entorno de radiación cósmica alrededor de la Tierra. Korolev no quería que nada pudiese afectar a la salud de su paseante espacial.

    Por fin, el 18 de marzo de 1965, las estepas de Tyuratam/Baikonur se iluminaron con el resplandor de los motores del cohete 11A57 (R15000-05) que llevaría a la Voskhod-2 (3KD número 4) hasta la órbita. En su interior viajaban el comandante Pavel Belyayev, un cosmonauta elegido en 1960 que tuvo que abandonar el cuerpo por razones médicas hasta que fue readmitido en 1963, y Alexei Leonov, un ambicioso y afable hombre del espacio que se encargaría de la principal tarea de la misión. Leonov era uno de los máximos candidatos a convertirse en el primer ser humano (o al menos el primer soviético) que pisara la Luna, así que fue seleccionado para probar el traje espacial que debería utilizar llegado el gran momento.

    Sin mayores prolegómenos, Leonov se colocó la mochila auxiliar durante la segunda órbita (aún sobre su país y por tanto en contacto directo con tierra) y se conectó a un cable de 15 metros para evitar perder el anclaje con la cápsula. Realizada la extensión de la esclusa en el exterior, Leonov abrió la primera escotilla y se introdujo en ella. Una vez hecho el vacío en su interior pudo abrir la última escotilla, la que daba al espacio abierto. Resistiendo el vértigo de la imagen, con la Tierra al fondo, el cosmonauta emergió de la protección de su nave y empezó a evolucionar libremente. Era el primer paseo espacial de la Historia.

    Dos cámaras instaladas en la entrada de la esclusa y otra en el exterior mostraron todos sus movimientos, aunque en determinados instantes desapareció del campo de visión. Leonov tuvo innumerables dificultades para controlarlos, incapaz de encontrar un punto de apoyo al cual asirse y ejercer una determinada fuerza.

    No permanecería en el vacío demasiado tiempo, apenas 12 minutos. En ese momento se le ordenó regresar a la nave, y aquí empezarían sus problemas: por un lado, una de las cámaras que había colocado para que sus compatriotas siguieran sus evoluciones se quedó atascada, en medio del paso. Leonov batalló para quitarla, lo cual le ocasionó un tremendo esfuerzo y la generación de una cantidad de sudor excesiva que los sistemas de soporte vital de su traje Berkut no podían eliminar. Las cosas empeoraron cuando éste, hinchado por la acción de la presión interna, le hizo excesivamente voluminoso para pasar por la abertura (esto ya le había impedido accionar una de las cámaras para mostrar a la Voskhod desde fuera). Al final lo consiguió, entrando de cabeza y a costa de quedarse casi ciego por el sudor y de reducir la presión interna del traje de 0,4 hasta 0,25 atmósferas, una magnitud que superaba el límite permisible (0,27).

    En la Tierra, todo el mundo estaba preocupado. La inesperada situación estaba produciendo un retraso que amenazaba con agotar las existencias de aire respirable (aunque, como después se averiguó, y al contrario de lo que ordenaban las reglas de vuelo, Leonov también usó el oxígeno de emergencia que recorría su cable umbilical procedente del interior de la Voskhod). El hombre, además, estaba muy cansado. Estuvo a punto de sufrir un ataque ya que la temperatura de su cuerpo aumentó casi 2 grados en sólo 20 minutos. Una vez junto a su compañero, había estado casi tanto tiempo intentando entrar como flotando libremente en el espacio. Por fortuna, sus esfuerzos fructificaron y le evitaron utilizar la píldora para el suicidio que llevaba con él en caso de no haber podido penetrar en la Voskhod-2.

Otra visión del interior de las Voskhod (Foto: MM)    Leonov lo había logrado, si bien la finalización de su hazaña había sido poco agradable, de modo que nadie sabría exactamente lo ocurrido. Una mala decisión puesto que los americanos se encontrarían con las mismas dificultades en el futuro, poniendo en peligro la vida de otro astronauta, algo que podría haberse evitado. La prensa soviética se ocupó sólo de la versión oficial, y en ella no se hablaría de los problemas encontrados por Leonov. De hecho, el que acabamos de relatar no sería el único.

    Completado el regreso al interior de la nave, Leonov y Belyayev expulsaron la esclusa, que no era retráctil e impediría una reentrada atmosférica normal. La escotilla exterior no había quedado bien cerrada y la cápsula empezó a dejar escapar aire al espacio. Reaccionando frente a la situación, el sistema de soporte vital de la Voskhod aumentó el grado de saturación del oxígeno, lo que provocó un enorme peligro de incendio. Los dos hombres tratarían por todos los medios de reducir la proporción de este gas (bajando la temperatura y la humedad), aunque no lo lograron hasta poco antes de la reentrada.

    La nave no debía regresar inmediatamente: tendría que esperar a la órbita 16, casi 24 horas después del lanzamiento, cuando la Tierra permitiría un aterrizaje en suelo soviético. Llegado el momento, los cosmonautas esperaron la acción del retrocohete, el cual debía funcionar durante casi un minuto. No obstante, nada sucedió: la nave no se había orientado a sí misma. El control de tierra ordenó entonces utilizar el sistema manual, pero habría que esperar toda una revolución ya que la Voskhod se había alejado ya del corredor de entrada. Además, los cosmonautas vieron con sorpresa que no podían orientarla manualmente con el visor Vzor sin abandonar la seguridad de sus asientos. Este hecho ocasionaría un retraso de 46 segundos entre la orientación y la activación del retrocohete, lo cual a su vez tendría varias consecuencias: por un lado, la trayectoria de descenso se vería desplazada unos 1.300 kilómetros hacia un lado, por efecto de la rotación terrestre (no era posible esperar otras 24 horas para volver a la posición original); por otro, el aterrizaje debería efectuarse en una región situada a más de 1.000 kilómetros de la posición de las fuerzas de rescate. Si todo iba bien, no habría problema, pero si no, la espera se haría larga.

    Y lo fue. Cumplida la órbita 17, Belyayev orientó la cápsula y accionó el botón: el encendido fue correcto, aunque llegado el momento de expulsar el módulo de servicio con el retrocohete, éste se negó a desacoplarse. Parece que esto ya ocurrió durante las misiones Vostok-1 y 5 (quizá también en la 2), y en todos los casos el calor de la reentrada produjo la incineración de las estructuras de sujeción, liberando el módulo de servicio antes de que su presencia se hiciera demasiado peligrosa (hubiera impedido un aterrizaje seguro ya que ahora los cosmonautas no eran expulsados en altura).

    Por si no había sido suficiente, la cápsula de descenso acabó cayendo sobre un espeso y nevado bosque, en los Montes Urales. Los paracaídas quedaron atrapados entre las copas de los árboles y la cápsula golpeó el suelo. Mientras en Moscú el propio Korolev les daba ya por perdidos, ellos pusieron en marcha una radio-baliza y esperaron. Por fin, cuatro horas después, llegaron los helicópteros de socorro, aunque no pudieron aterrizar debido a la frondosidad del paisaje. Para combatir el frío, lanzaron ropa caliente para los cosmonautas, quienes debieron esperar la llegada de un grupo equipado con esquís. Mientras, hicieron fuego, lo que evitó también el acecho de los lobos.

Leonov, durante su paseo espacial (Foto: MM)    Al día siguiente, resultó ser demasiado peligroso sacar a los hombres mediante un cable, así que, en compañía de la fuerza de rescate compuesta por unas 20 personas, tuvieron que pasar otra noche a la intemperie. Por la mañana, esquiaron hacia una zona despejada, donde se encontraron con los helicópteros.

    Una vez rescatados, volvieron a Moscú en olor de multitudes. Para la prensa occidental, ignorante de todo lo sucedido, nos encontrábamos frente a una demostración más de la sofisticada tecnología soviética.

    La aventura de Leonov duró apenas 20 minutos. Sus evoluciones fueron caóticas y el cosmonauta sufrió lo indecible. Como contraste, Edward White, unos meses más tarde, repetiría el logro a bordo de su cápsula Gemini, armado con una pistola a reacción que le permitió moverse con una mayor soltura en el vacío del espacio. Pero la U.R.S.S. había conseguido la gloria de la primicia y el recuerdo de los pioneros. Esto era lo más importante en aquellos momentos de intensa carrera espacial.

    Korolev, por supuesto, era perfectamente consciente de que se estaban llevando demasiado lejos las capacidades de la vieja Vostok y que sería peligroso, vistas las circunstancias, seguir con el programa previsto. Incluso así, existen evidencias suficientes para creer que se preparó una tercera misión Voskhod para finales de 1965 o principios de 1966 (en marzo de 1966 debía producirse uno de los multitudinarios congresos del Partido Comunista). En este caso, se hubiera tratado de un vuelo de larga duración, entre dos semanas y un mes, otra de las particularidades que debía demostrar la astronave americana Gemini. Para la Voskhod-3 serían entrenados Boris Volynov y Georgi Shonin, con Beregovoi y Shatalov como reservas.

 

    El 22 de febrero de 1966, la cápsula Voskhod-3KV número 5 (Kosmos-110) era enviada al espacio (vector 11A57 R15000-06) sin tripulantes humanos, ocupada sólo por dos perros (Veterok y Ugolyok), así como por insectos y otros animales. Se trataba de la habitual misión automática previa al vuelo tripulado. La Kosmos-110 permaneció casi 21 días en órbita, recorriendo una trayectoria excéntrica cuyo apogeo, a unos 904 kilómetros de altitud, permitía atravesar regularmente los cinturones de radiación de Van Allen. Los científicos soviéticos deseaban conocer la influencia de esta radiación sobre los tejidos vivos antes de arriesgar el envío de hombres hacia la Luna.

    Una vez recuperados los dos perros, a unos 200 kilómetros al sudeste de Saratov, se prosiguió adelante con la preparación de la Voskhod-3. No obstante, los retrasos se acumularon, quedando finalmente previsto su lanzamiento para mayo/junio de 1966. En este período, se eliminó del programa un experimento de gravedad artificial, como el que debían hacer las Gemini americanas, durante el cual la Voskhod y su etapa superior quedarían enlazadas por un cable. También hubo problemas con el sistema de regeneración del aire, los paracaídas y las comunicaciones.

    En un momento determinado, se programaron diversos experimentos más cercanos a las relaciones públicas que al interés científico. Entre ellos destacaba una posible conversación mar-espacio entre la tripulación del Voskhod-3 y el oceanógrafo francés Jacques Costeau.

    Pero otras circunstancias amenazaban el proyecto: un fallo en un cohete 8K78 que transportaba una satélite de comunicaciones y otros durante pruebas en tierra recomendaron esperar. Ante la ausencia de Korolev, que ya había muerto, empezaron a levantarse algunas voces pidiendo su cancelación. Tanto se había retrasado que, con la inminencia de la llegada de la nueva cosmonave Soyuz, el lanzamiento de la Voskhod-3 dejó de tener sentido.

    Los siguientes escalones del programa Voskhod fueron igualmente cancelados. Así ocurrió con un segundo vuelo de larga duración con gravedad artificial (Voskhod-4), otro con sólo mujeres a bordo (Ponomaryova y Solovyova) en la Voskhod-5, y uno más (Voskhod-6) de larga duración y con una actividad extravehicular. Se habló incluso de una paseo espacial llevado a cabo por una mujer (Kuznetsova o Yorkina) y del viaje de un periodista (Golovanov, Letunov o Rebrov). Todo estos planes acabarían desapareciendo en el aire. Algunos encontraron un lugar en el programa orbital Soyuz, y otros fueron definitivamente olvidados. La época de las Vostok/Voskhod había, pues, finalizado. más